martes, 5 de noviembre de 2013

 Toda mi vida me vi a mi misma como un puzzle, soy una mezcla extraña de gustos, pensamientos, costumbres y alguna que otra yerba. Mucho de ellos antagónicos, muchos de ellos prácticamente incompatibles y sin embargo conviven, o mas bien batallan en mi.
 Hoy caí en cuenta de que a gran parte de este puzzle de compatibilidades ensambladas, le faltan piezas. Parte de mi, de mi historia que no puedo construir.
 Mi familia, como no podía ser de otra manera, es una mezcla rara.
 El lado paterno, de bis-abuelos todos llegados de España, con una mano atrás y otra adelante, a trabajar de sol a sol, sin saber ni escribir ni leer, austeros, secos, y a su vez cariñosos, con la única esperanza de comer todos los días y de mandar a sus hijos al colegio.
El lado materno una larga lista de extravagantes, alcohólicos, golpeadores, hijos naturales y padres ausentes, gente que habla porque es gratis, sin fundamentos ni argumento alguno. Mucha joda y poco laburo, bien podría ser su lema. El árbol familiar tiene mas espacios en blanco que casilleros completos.
 Y así por las pocas palabras de unos, y el barriletismo de otros, nunca supe muchas historias de mis antepasados.
 Mi papá se paso el 80% de mi infancia trabajando, esforzándose para que mi hermana y yo tuviéramos la mejor vida posible. Su temperamento casi siempre fue malo e inflexible, y pase casi 25 años teniéndole miedo.
 Mi mamá que prácticamente vio la luz en un pastizal, demostró ser efectivamente una malparida, fiel a su herencia genética, salió corriendo en cuanto tuvo la primera oportunidad.
 Y así voy por la vida con las bases agujereadas como si fueran esponjas, apuntalando por los 4 costados para que no se me derrumbe las pequeñas estructuras que he logrado construir hasta ahora.